Fotografía_ © Óscar L. Tejeda (2007)
ENTREVISTA A ALBERTO GARCÍA-ALIX
Realizada por la que esto suscribe en octubre de 2008
Publicada en EME (diciembre_08)
Su carrera como fotógrafo empieza en 1976, cuando coge por primera vez una cámara, casi como un juego. Pronto se convierte en una pulsión, una obsesión, de la que no puede desentenderse. Y, apenas dos décadas más tarde, en 1999, ya tiene en sus curtidas manos el Premio Nacional de Fotografía. Hablamos de uno de los fotógrafos de mayor calado del S. XX en el panorama nacional, Alberto García-Alix (León, 1956), autodidacta, con una trayectoria admirada y admirable, personalísima y con ciertas vetas de erotismo descarnado que engancha y no deja a nadie indiferente. Seducido por el blanco y negro, y por su propia vida (se considera un personaje más), las luces y sombras de su trayectoria vital se manifiestan en sus fotografías como una nítida autobiografía en imágenes que ha logrado estampar su propio sello y que, en ocasiones, se convierte en todo un puñetazo en la cara de lo políticamente correcto. Sin embargo, para Alix, es sólo espejo de su propio circo (recuerden que vivió muy de cerca la Movida) y consecuencia de una mirada cómplice, frontal y de plano corto a su entorno más cercano. Bromista e irónico nos recibe en la céntrica casa que posee en Madrid. “El sentido del humor te salva”, afirma. Porro en mano y féminas en mente (tanto sus cámaras como su moto tienen nombre de mujer), responde pacientemente a nuestras numerosas preguntas y se presta a servir de modelo para otro fotógrafo, como lo es para sí mismo en sus reveladores autorretratos. Las palabras tatuadas en sus falanges rezan “TODO” y “NADA”. Ése es Alix. Así se nos muestra.
¿Cómo empezó su relación con la fotografía?
Fue en el año 76, siendo yo muy joven. Empecé cogiendo una cámara de fotos, metiéndome en el laboratorio a revelar los negativos y haciendo pequeñas copias en papel. En principio, claro, salían churros y luego, poco a poco, empecé a encontrarlo adictivo, a publicar en Star y a editar cómics underground con Ceesepe, con quien monté la Cascorro Factory… Pero, sobre todo, hacía fotos, no como una manera de ganarme la vida, sino como una pasión. Poco a poco, me fui sintiendo fotógrafo. La fotografía reforzaba mi propia individualidad y era muy consciente de que aquel momento sólo me pertenecía a mí y a los que estábamos allí. Ese es un camino que se percibe y se va estableciendo poco a poco, luego está la perseverancia. Pero, bueno, yo no viví de la fotografía hasta mucho más tarde. En aquel entonces malvivía económicamente, pero bienvivía en general.
¿De qué vivía en aquellos tiempos?
Bueno, si te lo digo y lo escribes nos despiden a ti y a mí.
¿Qué ha cambiado en usted desde entonces? ¿Qué ha aprendido su ojo a lo largo de todos estos años de experiencia y formación?
Lo primero que ha cambiado, el pelo. Y ya sabes lo que se dice, el hombre pierde el pelo pero no el vicio. Artísticamente, me he obligado a razonar. No eres el mismo con 30 años que con 40 ó 50. Ni eres la misma persona, ni tienes los mismos intereses, aunque hay cosas que nunca cambian. Si cada vez te sientes más feliz, eres sabio; si cada vez vas más hacia abajo y te encierras en ti mismo, pues eres más tonto. Yo, con los años, he ganado y, además, ya comprendo a las mujeres y me conozco más a mí mismo. Lo que sí ha cambiado es mi mirada, hoy en día es totalmente intencionada y ha ganado en abstracción. Se va definiendo. Lo que no vale es repetirse, volver a hacer lo mismo. Tú evolucionas y evoluciona tu mirada, lo que no cambia es la pulsión.
¿Son sus fotos intencionadamente provocadoras?
Bueno, me provocan a mí. Mis fotos no son provocadoras, sólo obligan a establecer una comunicación con el retratado porque hay un cruce de miradas y eso al espectador le provoca algo, o se la pone dura o le da miedo… Así es la vida. La interpretación la hace el espectador. Pero yo no quiero provocar nada, sólo ese diálogo y una emoción. Si hubiera buscado la provocación, tendría a todos los retratados con el culo abierto. A la mayoría de la gente que retrato la conozco y la quiero. Yo sólo me limito a hacer una búsqueda en ellos. Desde luego, no es un mundo marginal. ¿Qué es eso? Que se lo pregunten a los políticos, que son cuatro. Ellos sí son marginales.
¿Es usted de los que piensa que el público debe completar el significado de lo que ve?
No. El significado de la fotografía está dentro de la imagen. Lo que puede ser el espectador es la última parte del eslabón de esa cadena. Se ponen delante de una imagen y tiene que plantearse qué les da, qué percibe de ella, qué le provoca. De lo que me arrepiento es de no haber utilizado la provocación en mis fotografías, porque la provocación es lo primero en el camino hacia la revolución. En los años 70 y 80 sí había revolución, la juventud decidía los valores; la agitación, la trasgresión, estar contra el sistema, todos ellos eran valores. Ahora lo único que nos queda es lo políticamente correcto y un sistema de mercado atroz.
¿Podemos hablar de una relación sana entre arte y mercado?
No, es incestuosa, pero de toda la vida. ¡Para qué engañarnos! ¿Qué es ser artista? Pues no lo sé.
¿Es su fotografía una autobiografía?
Sí, tengo un gran álbum de cromos. Todo mi trabajo tiene un tinte autobiográfico, pero yo no juego a eso conscientemente. Eso lo hacen mis ojos, luego hay otra parte que es dónde corto, qué hago, qué decido, cómo lo narro… De todos modos, la fotografía no es mi vida. Mi vida está por encima de la fotografía. Pero sí es la pócima de la eterna juventud.
Muchos le consideran el cronista de una generación, el de la Movida Madrileña. ¿Se siente identificado con ello o considera que es una etiqueta muy limitada? ¿Qué representó para usted vida la Movida Madrileña?
Para mí, sobre todo, fue la época de mi juventud y como tal fue divertida. Pero, bueno, ya casi ni me acuerdo. He hecho más cosas, aparte de retratar la Movida, y eso es lo que voy a mostrar en la exposición del Reina. Sigo moviendo el esqueleto y eso es algo infalible si se quiere ser feliz.
Yo entiendo que la fotografía es un espejo de lo que fuimos y reflejo de lo que vivimos, es inherente, lleva esa carga. Pero no me gustaría que eso fuera lo que le diera el valor, sino la originalidad de la obra, el desarrollo visual… Todo eso.
¿Podemos decir que es usted un personaje más en sus fotografías?
Sí. Pero no creas que me estoy constantemente autorretratando, a veces es sólo un ejercicio. Una cámara de fotos, un trípode y el hecho de no tener modelo puede llevarte a autorretratarte. Sólo hace falta la predisposición, es un camino de búsqueda. Pero no tengo mucho ego, si salgo en las fotos es porque me considero un personaje más.
¿Qué cambió para usted y para la proyección internacional de su trabajo haber ganado en 1999 el Premio Nacional de Fotografía?
En la vida profesional, sí supuso un cambio. Sería estúpido no admitirlo. En el momento, no; pero si miro hacia atrás, sí. Es un reconocimiento muy importante. Uno lo recibe muy tímidamente, pensando en si realmente se lo merece. Yo no soy santo de mi devoción. Hay muy buenos fotógrafos ahí afuera.
¿Le ha resultado difícil llegar profesionalmente al lugar en el que se encuentra hoy como artista?
En muchos momentos me he planteado abandonar. Tienes muchas crisis. Durante algunos años la fotografía no me daba de comer, pero con el tiempo te das cuenta de que es un largo camino que hay que recorrer. Un día haces una exposición, otro día otra y así. También es cierto que ahora la fotografía se valora más, se hacen catálogos, me estás haciendo una entrevista… Yo soy un privilegiado, puedo vivir de lo que me gusta. Nunca pensé en que podría vivir de ser fotógrafo.
Durante un tiempo, allá por el 2003, la Hepatitis C le sume en una etapa gris y se resguarda en París para su tratamiento. ¿Qué le salvó anímicamente, qué le ayudó a seguir adelante?
El sentido del humor te salva muchas veces. Pero, bueno, yo creo que estaba ya salvado. Aunque, a veces, uno no lo quiere ver y nos torturamos nosotros mismos. El interferón fue el apoyo a mi etapa gris. Incluso, algunas veces, me río. Pero si lo pienso bien, puedo decir que sólo he pasado alguna noche regular…. Si te soy franco, lo que intento es lo que intentamos todos, estar en paz conmigo mismo y ser feliz, la redención.
¿Qué le aporta, personal y profesionalmente, París frente a Madrid?
Ahora mismo, casi nada. Tengo en París mi galería, trabajo mucho allí, tengo amigos y voy constantemente. Estoy un poco a caballo entre las dos ciudades. La etapa de vivir en París, de momento, se acabó y ahora resido en Madrid, una ciudad más humana. Pero hay sitios mejores que París. Allí tienes todo el día el culo mojado de ir en moto y, además, tiene una carga de soledad muy grande.
¿La cámara le acompaña siempre, es su infatigable compañera de viaje o su particular psicoanalista?
La cámara viene conmigo cada vez que puedo y la prostituyo. De momento, no he probado el digital. En mi casa tengo un laboratorio, revelo mis negativos, tengo plancha de contactos y a no ser que quiera hacer un experimento, lo mando a Alemania para que lo haga Kira Enss (genio y figura hasta la sepultura).
¿Por qué no ha trabajado, hasta ahora, con cámaras digitales?
Simplemente no lo he probado. Eso es todo. De todos modos, me gusta mucho la materia, el papel de plata y encuentro que, ahora, es mi camino de búsqueda. Mañana puedo probar el digital y gustarme, pero de momento me puedo permitir hacerlo a mi manera. Claro, si tuviera que trabajar en prensa o empezar ahora sería imposible seguir trabajando con analógica. Para mí todo lo que sirva para crear me parece bien, sea digital o analógico, incluso el dedo.
¿Está enganchado al blanco y negro?
Aprendí a trabajar en blanco y negro y me atrapó. Para lo que yo quiero es más poético, pero no descarto trabajar el día de mañana en color. De hecho, cuando empecé hacía diapositivas en color. Pero si hiciera color tendría que ser otro Alberto, empezar otro camino.
¿Qué hay detrás de sus narrativos pies de foto? ¿Por qué tienen un papel tan destacado en su trabajo?
Son importantes para mí desde que empecé a hacer fotos. Aunque no se los pongo a todas. Cuando son retratos siempre necesito el nombre de la persona, pero otros pies de fotos son más narrativos. Escribo poco, me cuesta muchísimo ponerme a escribir, aunque me gusta. En La Fábrica han recopilado todos mis textos, desde los primeros hasta ahora, y van a editarlos. Pero no soy escritor, soy fotógrafo.
Después de tres décadas como fotógrafo, ¿es consciente de haber creado escuela?
No, no soy consciente de eso. No lo he pensado en mi vida, aunque es muy halagador.
¿Le pesa la cámara? Es decir, ¿le agobia la presión de no repetirse, de no resultar cansino?
Esa presión no la tengo. El único que me juzga soy yo mismo y quien se impone esa presión de búsqueda con la cámara. Me digo: “eso lo he visto ya”. Me pregunto: “¿Qué quiero realmente?”. La presión de lo que piensen los demás, no, porque me da igual.
¿Qué aspecto es más importante a la hora de hacer una fotografía, el cómo, cuándo o dónde mirar?
Cada foto nace de una manera distinta. En general, siempre me pongo frente a lo que quiero fotografiar y, casi siempre, en espacios cortos. Si veo que la foto está muy preparada, en el sentido de resultar muy rococó, me molesta. Me gusta todo muy despojado.
¿Hay momentos mágicos en el trabajo de un fotógrafo?
Claro que existen. Los momentos mágicos son de una pulsión insultante. A veces, estoy en trance. La analógica frente a la digital te obliga a pararte un tiempo y pensar en qué estás viendo.
A la hora de fotografiar “en frío” (sin que sea una sesión preparada o un idea preconcebida), ¿qué es más importante, la técnica, el ojo o una conjunción entre ambas?
El buen ojo se educa, nace como una pulsión, de un deseo de mirar, de un deseo de encontrar. Hay una perversión detrás. Luego el ojo va descubriendo, a medida que fotografía, su propia pulsión.
¿Cuáles son sus fuentes de inspiración? La calle, la literatura, el cine, el trabajo de otros fotógrafos…
A mi me inspira el momento que estoy viendo y viviendo. De la literatura paso, no me motiva. Ya no leo tanto como antes. Una pena. Son referencias intelectuales, pero no me motivan. El trabajo de otros fotógrafos tampoco me inspira, me gusta.
Tiene una piel marcada, llena de arte. ¿Sabe cuántos tatuajes tiene? ¿Qué significan para usted?
Buf, no sé cuántos tatuajes tengo. Muchos y por todas partes. Reflejan que he tenido mucho tiempo y mucha vida. Es biografía porque tiene implícito el momento en que se hizo cada tatuaje y qué significó, pero los significados cambian. Cuantos más tatuajes te haces, más intención les pones a lo que dicen de ti. Son ilustraciones, por lo tanto, soy un hombre ilustrado.
Sabemos que, además, es un gran fan de las motos, ¿qué le aportan? ¿Es de los que acude a concentraciones?
La moto y yo nos comprendemos, me hace feliz. Sin la moto la vida se me haría cuesta arriba. Viajo mucho en moto, sólo o con algún amigo. Hay que ver cuánto me aguanta el cuerpo para poder seguir haciéndolo. Pero cada vez acudo menos a concentraciones, ya no tengo tanto tiempo.
Haciendo uso del título de su próxima exposición en el Reina Sofía (5 de noviembre de 2008 – 16 de febrero de 2009), le preguntamos, ¿cuál es el lugar “De Donde No se Vuelve”?
¿De dónde crees tú? Desde luego, no me refiero a la muerte. Eso sería muy obvio. Estoy hablando de la fotografía, incluso de nosotros mismos, de nuestro pasado, como un lugar del que no se vuelve. Yo fotografío el pasado. Es un juego y una licencia poética. La fotografía es un espacio en el que una vez estás en el papel, estás congelado y atrapado. No puedes volver a ese momento de tu vida.
¿Qué quiere contar en esta exposición? ¿Qué cuenta la pieza audiovisual que articula dicha exposición?
Es una exposición que, en origen, era una retrospectiva al uso y el reto estaba en construir una narración que, transitando por el pasado y el presente, contara esa historia, ese lugar del que no se vuelve. He creado un desarrollo de cómo ha sido mi mirada y cómo mira hacia delante. Es toda mi vida lo que se muestra. Todo ello viene articulado por una narración visual, un vídeo, que da título a esta exposición, “De Donde No se Vuelve” y unas fotografías.
¿Se acercará más al vídeo a partir de ahora?
Me acercaré a las rubias, a las morenas… Yo me acercaré a donde yo quiera hasta decir basta. No, en serio, es una forma de expresión más. A lo mejor no lo vuelvo a utilizar. No lo sé. En cada momento de mi vida he tenido mi manera de intentar expresarme. Por ejemplo, haciendo la revista “El canto de la tripulación”, hasta bailando me expreso.
Ya que hablamos de “El canto de la tripulación”, ¿con qué intención nace dicha revista?
Bueno, surge de un cúmulo de circunstancias. Hay pasión, agitación, latidos libertarios… De todo, incluso revancha. La revista está imbuida de las ideas de la época, de dónde veníamos, del contexto. Teníamos tiempo para dar y tomar. Hoy en día no sería posible hacerla. Se pueden hacer cosas mejores o peores, pero en aquel entonces yo era otro Alberto.
También estuvo trabajando en la mítica revista “Star”. Cuéntenos, ¿cómo fue su experiencia?
Joder, fue la primera revista a la que vendí una foto. Incluso recuerdo haber encontrado recientemente un recibo de 50 pesetas por el pago de una de mis fotografías. Para mí “Star” representa mis primeros trabajos. Éramos todos muy jóvenes, haciendo algo underground… Estábamos orgullosos de ello, aunque nos pagaran poco.
Haga una valoración final. ¿Considera que la vida le ha tratado bien?
Sí. Todos nosotros hemos sido bien tratados. Hemos nacido aquí y no en un país en guerra o bajo el yugo de la hambruna.
Los 10 amigos que han marcado su vida son…
Me parece injusto dar nombres y dejar a gente fuera. Es una pregunta tan inmoral como la de “¿A quién quieres más, a papá o a mamá?” ¿Puedo darte iniciales? J, F, T, W, A, M, N, J, H, Q.
octubre 18, 2009
Categorías: arte, domingo de remember, entrevistas, fotografía, García Alix, mitos, revistas, Uncategorized . . Autor: Dont Disturb Magazine_Inma Flor . Comments: 5 comentarios